martes, 19 de abril de 2011

San Blas, un Santo Armenio


Fuente La República (Corrientes - Arg) 



el protector de la garganta 

San Blas, un santo nombrado por todos pero conocido por pocos 


Su nombre resulta a todos familiar. Es que cuando alguien tose, rápido se escucha, de cerca o a lo lejos alguien que responde: “¡San Blas!”. Detrás de la popularidad, se esconde una historia de entrega, nobleza y martirios. Un médico religioso. 
“¡San Blas!”, decían las viejas tías o las abuelas cada vez que uno tosía acudiendo al santo para que mitigue el mal que molestaba a la garganta. Tantas veces se escuchó, y se sigue escuchando la frase que ya se convirtió en un cliché. Común, antiguo, espontáneo. Lo que fuere, San Blas es nombrado constantemente. Pero, 


¿cuánto se sabe de este obispo y mártir armenio cuyo nombre resuena por todo el mundo tras cada ataque de tos?


No hay mejor momento que hoy, el día de su festividad, para recordar o, mejor aún, para conocer el origen de uno de los santos más renombrados, pero quizás, menos conocido. Al menos en la ciudad. Es que dicen que la gente del campo, aquella que mantiene bien arraigada la tradición y los saberes religiosos, traduce en detalle la vida, obra y posterior santidad de un médico que eligió la conversión.

San Blas nació a fines del Siglo III, en Armenia. Tras su juventud consiguió el título de doctor en medicina y los que dejaron testimonio de su pasar por la Tierra, aseguran que fue “un hombre de vida ejemplar”. El llamado religioso golpeó pronto a su puerta y no dudó en acudir a él iniciándose en la vida sacerdotal, sin demora alguna. 

Ese camino lo llevó a ocupar el cargo de obispo de Sebaste, su ciudad natal. Al tiempo, se retira del cargo, por inspiración de Dios, a un monte llamado Angeo donde empieza una vida de ermitaño, en el interior de una cueva. 


El final de su vida terrenal y el principio de su santidad llegan cuando empieza la persecución a los cristianos, por orden de los emperadores Diocleciano y Maximiliano. 



Agrícola, el presidente de la zona donde residía San Blas, acata las indicaciones y manda a sus ministros a “cazarlo” en el monte donde vivía. Sin embargo, cuenta la historia que éstos regresaron al funcionario pero sin el religioso. Es que inmensa fue la sorpresa que se llevaron al ver a Blas en la cueva, rodeado de un gran número de animales feroces, entre ellos osos, leones y lobos. 



Enfurecido Agrícola, manda a muchos otros soldados para que lo traigan junto con todo otro cristiano que viva en ese monte y de esta manera se llega a su captura. En el camino de regreso a la ciudad, se encuentran con una madre que, empapada en lágrimas, cargaba a su pequeño hijo a quien se le había atravesado en la garganta una espina de pescado. Blas no dudó en acercarse a la mujer y con una señal de la cruz en la garganta del pequeño lo cura de la aflicción que le estaba quitando la vida.



Desde ese entonces y hasta la actualidad, San Blas es conocido como el santo que protege a la garganta contra cualquier afección y, demás está explicar el porqué de su invocación cuando uno tiene tos. Asimismo, se lo invoca en casos de afonía y de infecciones en el cuello. Es muy conocido en el ámbito de los locutores y de los laringólogos. 


Su vida termina de una manera muy triste y sangrienta ya que muere en el 316, degollado, después de inconmensurables y diversas torturas. Los milagros concedidos a sus fieles hicieron expandir su culto y devoción tanto es así que su nombre se transformó en una frase popular, reiterada por todos, pero con un significado conocido por algunos pocos
Autor: Gustavo Pereira - Venezolano

    Los pemones de la Gran Sabana llaman al rocío Chiriké-yeetakuú, que significa Saliva de las Estrellas; a las lágrimas Enú-parupué, que quiere decir Guarapo de los Ojos, y al corazón Yewán-enapué: Semilla del Vientre. Los waraos del delta del Orinoco dicen Mejo-koji (El Sol del Pecho) para nombrar al alma. Para decir amigo dicen Ma-jokaraisa: Mi Otro Corazón. Y para decir olvidar dicen Emonikitane, que quiere decir Perdonar. Los muy tontos no saben lo que dicen Para decir tierra dicen madre Para decir madre dicen ternura Para decir ternura dicen entrega Tienen tal confusión de sentimientos que con toda razón las buenas gentes que somos les llamamos salvajes.”